Las asociaciones de vecinos se convirtieron en un movimiento social muy activo en las décadas de los años 60 y 70 en España. La lucha por mejorar los problemas existentes en los barrios y municipios, que sufrían las consecuencias del desarrollismo, y frente a unas autoridades locales carentes de legitimidad democrática y con dificultades financieras, contribuyeron a extender entre sus habitantes la conciencia de que era necesario asociarse, reunirse, debatir, hacer propuestas, consensuarlas y, finalmente, movilizarse ante las instituciones para lograr sus objetivos. Por ello, las asociaciones vecinales son consideradas auténticas escuelas de democracia para unos españoles que vivían en una dictadura, surgida de una cruenta guerra civil y extendida durante casi cuatro décadas.